ENSAYO SOBRE MONOGRAFÍA DE SABANALARGA (Página 12)
...continuación
La fiesta de navidad terminaba con una múltiple
caravana de ciento o más bestias cuyos jinetes
cantaban entono quejumbroso la ida de la pascua. Uno
de ellos entonaba una estrofa doliente y el coro, de
los demás contestaba con un estribillo el mismo tono
lastimero: La Noche buena se viene, la Nochebuena se
va, nosotros nos iremos y no volveremos más .
Muchachos lloren la pascua, que ya la pascua se fue.
La Semana Mayor era fiel expresión compasión, de
verdadero recogimiento en memoria de los sufrimiento
y muerte de nuestro Señor. En el jueves y viernes
santo había un exceso de penitencia. Era tan
exagerada la devoción, que en los hogares se
prohibía barrer los pisos y asear los muebles
durante los dos días: nadie hacia uso del baño,
todas estas cosas ofendían al Señor o distraían la
oración. A nadie se le ocurría montar en una bestia
porque era sacrilegio; mucho menos ir a las
hacienda, fincas o rozas. Pues había el peligro de
encontrar en las encrucijadas del camino con el
penitente que azotaba sus propias carnes con un
zurriago que tenía clavos en la punta. Y había quien
aseguraba haber visto en el camino al propio Jesús
arrodillado bajo un árbol de olivo, en actitud
dolorosa como en el huerto del mismo nombre en
Jerusalén. Las comidas propiamente, eran frías ya
por que fueran hechas anticipadamente, ya porque se
compraran en conserva y la razón no era otra que la
de ser prohibido prender el fuego del hogar. Las
procesiones eran solemnes, a ella asistían toda
persona cristiana sin reparo de rango, se
distinguían por el respeto sin atropellamiento de
multitudes pues toda persona hacia parte de ella;
nadie podía vestir de color que no fuera
significativo de duelo; el recorrido era el mismo de
las procesiones actuales y los pasos entraban a la
iglesia a las dos o tres de la mañana. Los sermones
eran un verdadero recuerdo de los autos
sacramentales de la antigua España; en ellos tomaban
parte pregones, trompetas, soldados romanos los
amigos de José Aritmatea y Nicodemos para hacer el
descansó del Cuerpo Sagrado, y otros personajes que
hubieron tomado parte en la Pasión de Nuestro Señor.
La misa del sábado era de riguroso duelo, y solo
cuando las campanas se echaban a l vuelo y los coros
cantaban el Gloria in exelsis Deo, eran permitidas
las diversiones populares. Esa noche y la siguientes
las clases altas tenían bailes y el pueblo sus
cumbiambas.
Las fiestas de San Antonio y la de Nuestra Señora de
las Mercedes han cambiado muy poco en cuanto a la
parte religiosa; pero sí en algo en cuanto a la
profana. Antiguamente duraban tres días cada una de
ellas; había toros en la mañana y tarde y regocijos
de toda clases en las noches.
FIESTAS TAURINAS: ¡ Cómo añoramos la fiesta brava
del lejano ayer!. Evocamos las costumbres y el
sentimiento que de ellas nos legaron nuestros
abuelos y padres. Durante los días de su
celebración, no había actividad en el pueblo y en
nuestros hogares que no tuviese relación directa con
el desarrollo de la misma. Desde las primeras horas
del día, el ambiente era eminentemente taurino ¿
Quién de nosotros no recuerda con nostalgia, pero
con la satisfacción interior de por haberlo vivido,
el despertar del día de las Mercedes al escuchar el
ruido de los cascos de aquellos animales que
arrastraban los materiales para la construcción de
la carraleja ?. ¿ Quién no trae a la memoria
aquellos chalanes que acompañados la mayoría de las
veces por el ganadero de turno, recorrían nuestras
calles en hermosos caballos prendiendo un ambiente
de alegría y presagiando una gran tarde de toros?.
En aquellos tiempos, nuestras fiestas estaban
cimentadas en la entrega, el coraje, el valor y
arrojo de los manteros, banderilleros y garrocheros;
en el entusiasmo que compartíamos niños,
adolescentes y adultos, pero sobretodo, en la gran
afición del ganadero, quien se preocupaba por llevar
al ruedo los toros bien presentados, con trapío y la
edad mínima por la importancia de la plaza.
La hora del Inicio de las Corralejas, era otro pilar
fundamental del grandor de nuestra fiesta. Cuando se
celebraban en la plaza Cristóbal Colón (actual plaza
mejía), en la calle 20 desde la carrera 13 hasta la
10, eran construidas en caña brava, madrinas,
bejucos, y las casas servían de cerca, también se
hicieron en otras partes ya que estas variaban de
lugar cada año; podemos mencionar otras calles como
son: Acevedo Gómez, Avenida Bolívar, Avenida Bogotá,
Avenida Ribón. Los ganaderos de la época como don
Máximo Cepeda, Pedro Álvarez, Pedro Armengol
Cuentas, Juan Castro, Anselmo Hoyos, Marceliano
Cuentas, El Nolo Vargas, Vicente Peña y Gregorio
Goyo Peña entre otros, estaban unidos para el inicio
de estas fiestas, eran los encargados de organizar
las festividades.
A las doce del medio día, los hombres de a caballo,
con el negro el Concio a la cabeza se dirigían rumbo
a La Granja en busca de los toros que por sus
propios medios entraban a la plaza bajo el tañer de
las campanas, instrumentos de Bandas musicales y
explosión de jubilo y pólvora.
En todas las capas sociales, el carnaval se iniciaba
el 20 de enero, día de San Sebastián. En ese día se
escogían los presidentes (para ese entonces todavía
sonaba mal la palabra rey). Se improvisaba un baile
, generalmente en la casa de la presidenta escogida.
En la clase media, desde este día , se apresaba,
dando toques de corneta, a todo forastero que
llegara a la población, hasta pagar una multa que le
imponía la presidenta; en caso de no hacerlo, el
castigo consistía en colgarle por debajo de los
brazos con una cuerda pendiente de un aparato
parecido a la horca francesa y formado por dos
fuertes palos del árbol llamado varasanta, productor
de hormigas valientes, los cuales tenían de ocho a
diez metros de larga. Bien enterrados, en la parte
superior estaban unidos por un travesaño del que
pendía una polea, y de esta la cuerda para suspender
al infractor.
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